lunes, 29 de octubre de 2007

Limites de velocidad

No hace mucho escuchaba la noticia de que la DGT se planteba reducir los límites de velocidad en carretera. Se me pusieron los pelos como escarpias. Otra vez la misma historia. Igual que con el tema del botellón recientemente comentado en esta bitácora, se equivocan. Volvemos a las medidas restrictivas, al castigo.

No, no es la solución. Es más, yo creo que deberían aumentarse. Por suerte o por desgracia estoy acostumbrado a la carretera. Conduzco todo el año, de día y de noche, con sol, lluvia y nieve, y veo muchos coches, muchas formas de conducir, siempre las mismas pautas, una y otra vez.

El límite de velocidad en autovía de 120 km/h es poco menos que un chiste. Nadie lo respeta. Ni con radares, ni con guardia civil. Ni con misiles tierra-tierra. Y es porque hoy por hoy, con las autovías y los coches que tenemos, es de risa. ¿Cómo puede ponerse el mismo límite a un Seat 127 de ruedas de carretillo que aun BMW de la serie 7 con llantas de 17 y tantas ayudas electrónicas a la frenada como el McLaren de Fernando Alonso? ¿Cómo puede ponerse el mismo límite al dominguero de 1 y 31 de Agosto que al transportista que conoce cada curva de la carretera? No tiene ni pies ni cabeza.

Han puesto radares, y estoy convencido de que algún día nos traerán una desgracia, porque la gente pega frenazos al llegar a su altura. Más vale que vayas atento. Dicen que han bajado la velocidad media. Yo no lo veo. No soy de los que van despacio, y aún así me siguien "quitando las pegatinas" en cada adelantamiento.

Cuando vamos a la autoescuela, no nos enseñan a conducir: nos enseñan a sacar el carnet de conducir. ¿Cuántos de nuestros conductores saben hacer una frenada de larga distancia? ¿Cuántos saben cómo funciona un ABS? ¿A cuántos les suena lo que es un sobreviraje o un subviraje y como corregirlos? Muy pocos, apuesto. Volvemos, pues, a topar con el tema de la educación. Damas y caballeros, en lugar de tanto radar y tanto límite, enseñemos a conducir.

Enfrentarse a situaciones que se nos pueden dar en la carretera: esquivar un obstáculo, un charco de agua. Cómo y cuándo poner las luces largas y antiniebla. Cómo señalizar un accidente. Conducir con condiciones climatológicas adversas.

Estoy un poco harto de salir a carretera un día de puente o de vacaciones y de ver a gente que no tiene ni idea de conducir poniendo en auténtico peligro a los demás. ¿Cobran por usar los intermitentes? ¿No saben lo que es ceder el paso?

En fin, que en lugar de tanta represión, profundicen un poco, que no todo lo que hay en la carretera está cortado por el mismo patrón. Que enseñen a conducir. Y que pongan el límite a 140, que las carreteras dan para eso y para mucho más si se tienen un par de nociones básicas. Sonará muy chulesco, pero conducir es una actividad que requiere condiciones físicas y conocimientos: no puede hacerlo cualqueira. Y mientras no nos concienciemos, ya podemos poner radares cada 100 metros, que el problema no se moverá del sitio.

sábado, 27 de octubre de 2007

A vueltas con el botellón

Me ha sorprendido una noticia que he leído hoy en La Voz: el alcalde de La Coruña insta a los establecimientos a no vender alcohol a partir de las 10 de la noche.

Outra vaca no millo. Si es que no aprendemos. ¿Tan difícil es darse cuenta de que las tácticas represoras no van a ningún lado? Si es que sólo es cuestión de ir a comprarlo a menos cuarto y ya está, problema solucionado.

Como siempre, nos damos de bruces con los dos grander pilares gérmenes de casi todo tipo de problemas: educación e intereses económicos.

El gran problema está en la educación. Yo siempre he ido de botellón, y en varias ciudades, lugares y villas. Y ahora no soy ningún alcohólico, tengo un trabajo estable y pago mis impuestos. No me vengan entonces con el tema del alcoholismo. Todo eso, la falta de respeto a los vecinos, el consumo de drogas viene de la falta de educación de estos jóvenes, de su falta de valores, y de que en su casa miran para otro lado cuando salen. Arreglado esto, arreglado el problema, porque no hay tant diferencia entre tomar una copa en un parque y tomarla en un bar.

Y luego, por supuesto, los intereses económicos. ¿Por qué no se toman las mismas molestias en analizar la calidad del alcohol que se sirve en los bares y discotecas? Ah no, eso no, que va a molestas a los empresarios ... Porque que no me digan que no sabe todo el mundo donde se puede beber y donde no. Los que salimos lo sabemos, y cualquiera que se tome una copa en determinados locales con un poco de paladar lo descubrirá fácilmente.

Y si el problema es, como dicen por ahí, el ruido y la suciedad, que habiliten zonas para hacerlo, donde no se moleste a nadie, como están haciendo en Andalucía. Y que persigan a los pubs insonorizados con el mismo ahínco.

En fin, nada, sigamos culpando de todos los problemas a "esta juventud".

viernes, 26 de octubre de 2007

Soy un conductor agresivo

Sí, lo soy. ¿Algún problema? Me da igual lo que pienses, porque si algún día pasa algo no va a ser culpa mía, va a ser culpa tuya.

Si hay una carretera de tres carriles, tienes que circular por la derecha a no ser que vayas adelantando. No vale ir por el medio para ir "más cómodo". No, porque me pegaré a ti, tanto que podrás sentir mi aliento. Antes de que te des cuenta podrás ver mi sonrisa burlona en tu retrovisor. Porque soy más rápido, más fuerte, más audaz. Y te pondré las luces largas, y te pitaré. Y si no te apartas será peor, porque sufrirás mis iras. Te adelantaré por la derecha, cerrándote al ponerme delante de ti, haciéndote sudar.

Me da igual que gesticules. Aunque me insultes no te oigo. Y me reiré mientras te veo alejarte detrás de mí, enseñándote la matrícula.

Si sólo hay un carril, y no vas a adelantar al camión que va delante porque te falta valor, déjame espacio. Voy a pasar igual. Tú eliges, dejar tranquilamente un poco de sitio o dar un frenazo brusco cuando veas mi luna trasera rozando tus limpiaparabrisas. Yo sí que voy a adelantar, deja vía libre.

¿Pensais que soy agresivo? Bien, acertais. Pero si cumplís el código de circulación no tendréis problemas. No soy nadie para haceros ir rápido, pero vosotros tampoco para hacerme ir lento. Avisados estais.

jueves, 25 de octubre de 2007

Mimando la bitácora

Vamos a difundir un par de perlas tecnológicas con las que me he encontrado últimamente.

Una de ellas tiene que ver con la entrada que había publicado hace un tiempo sobre los trolls, en el sentido informático de la palabra. Pues bien, parece ser que insultar en una bitácora ya no es del todo gratis. Que pena, se está perdiendo la emoción, pero insultar en un blog ya no es gratis.

Otra tiene que ver con atraer gente a nuestro blog. Casi todos somos un poco egocentristas y tenemos un contador de visitas que nos gusta ver aumentar. Yo en mi caso tengo incluso dos, que me proporcionan además todas las estadísticas imaginables y datos sobre las visitas. Lo reconozco, soy un poco friki, pero la verdad es que está interesante, es gratuito y se puede descargar tranquilamente desde aquí. Pues bien, he encontrado la traducción de una guía que da una serie de pasos sencillos para hacer popular nuestro blog. Veo algunos un poco exagerados, pero queda a discreción del lector. La guía la podeis leer en las noticias de google en español. Es una de muchas, pero está clarita y concisa.

Actualización de última hora: Se acabó la libertad en las bitácoras

Y para rematar la faena, algo que no tiene nada que ver con la tecnología, pero de prosperar y crear jurisprudencia, mejoraría sobremanera la vida del género masculino. La fuente, como no podría ser de otra manera, La Voz de Galicia. Temblad, chicas.

lunes, 22 de octubre de 2007

Galicia calidade

Bueno, después de un cierto tiempo de inactividad, creo que es hora de volver a escribir algo. Desde luego no será por falta de temas. Cada día que pasa se me ocurren mil cosas que escribir, discutir o dar a conocer: memoria histórica, precampaña electoral, Fórmula 1 ... Pero últimamente la vida me absorbe casi todo el día, y no he tenido tiempo.

Una de las cosas que he hecho es reflexionar sobre la vida en sí, sobre las cosas que hacen que la balanza se equilibre hacia el lado de la felicidad o el de la desdicha. Me ha parecido que son muy sutiles, casi imperceptibles. Una de ellas es el carácter la gente que te rodea. Que sean parecidos a ti, con tus gustos y aficiones, con tu manera de ver la vida es algo que te puede llevar a sentir comprendido, o al menos camuflado con el ambiente.

Uno de los momentos en los que me he sentido reflejado ha llegado por casualidad al ver la campaña Vivamos como galegos de la cadena de supermercados Gadis, que tanto debate ha suscitado.

Y es que los gallegos que estamos fuera ondeamos bien alto la bandera de nuestra tierra. Alguna lectora de esta humilde bitácora podrá confirmarlo en breve. Los tópicos de contestar con una pregunta o no saber si subimos a bajamos va mas allá de simples muletillas o de formas de hablar, reflejan nuestra cultura precavida y desconfiada, nuestra cautela.

Los gallegos tardan en ganarse pero son para toda la vida. ¿Otro topicazo? Tal vez, pero fuera de Galicia se reconoce ampliamente, y en general las amistades del Norte están muy bien valoradas.

Además, por donde pasamos dejamos huella, tal y como recoge nuestra infalible Voz de Galicia: Nuevos gallegos No sé si es para estar muy orgullosos, teniendo en cuenta que son hijos y nietos de emigrantes que salieron de Galicia no precisamente por su espíritu aventurero, sino más bien porque no les quedó otro remedio para ganarse la vida, pero ahí queda eso.

lunes, 8 de octubre de 2007

Starship Troopers (Las brigadas del espacio)

Gracias Paul por este peliculón. Sé que tamaña afirmación podrá suscitar escarnio, mofa y befa entre la sufrida concurrencia, pero así son las cosas. Con esto de la democracia, cada uno puede decir lo que le venga en gana, y parece que ahora incluso injuriar al rey o quemar banderas, así que no creo que nadie pueda objetar nada a mi pasión por esta película.

Sé que puede resultar el típico tópico de guerras y alienígenas, pero a mí me gusta ver detrás de ella algo más profundo. El argumento, simple donde los haya, gira alrededor de tres amigos de instituto en la Tierra del futuro. Un buen día, una seríe de insectos alienígenas del tamaño de un toro deciden desviar un meteorito que destruye Buenos Aires (esto me recuerda que tengo que escribir algo sobre esta ciudad). A partir de ahí nuestros amigos se alistan, uno en infantería, otro en inteligencia y la tercera en discordia en la flota. Después de muchas peripecias ganan la guerra, claro está.

Hasta aquí todo normal, sin pena ni gloria. ¿Qué trasfondo tiene esto? Pues bien, hay ciertos detalles que, en mi opinión, la convierten en una ácida crítica social.

Uno de ellos es el servicio de ciudadanía. En la película, los jóvenes tienen que hacer el servicio militar para convertirse en "ciudadanos". Yo veo detrás de esto, que no es troncal al desarrollo de la película, un claro alegato antimilitarista que pasa desapercibido a los ojos del consumidor de entretenimiento bélico puro y duro pero hace pensar a las mentes profundas.

Otro detalle curioso es que la ciudad arrasada, por una vez, no es Nueva York ni Washington, es Buenos Aires. Estamos acostumbrados a películas americanas llenas de Rangers, SEALS, Delta Forces y demás que presentan a los EEUU como adalides de la libertad y salvadores del mundo (Independence Day, Armageddon, Deep Impact). Sin embargo, esta película hace un guiño a la globalización, al mundo bajo un único mandato, a la unidad de los países. Un concepto tan atractivo como inquietante. Por lo menos, para pensar.

Hay otros muchos detalles que me llegarían para escribir un pequeño ensayo, pero voy a abreviar y me voy a centrar en el que yo creo es más claro e importante, y que tiene que ver con las relaciones humanas. Durante la película se narran los encuentros y desencuentros entre los tres amigos, enfrentados por sus destinos (que por cierto, la asignación tiene un guiño a Un mundo feliz). Pasan de una vida feliz y despreocupada en la que todos son uña y carne a otro lleno de desafíos y dificultades que hace que se separen.

Esto es, señoras y señores, damas y caballeros, la vida en estado puro. La película nos recuerda que en las dificultades se ve realmente la forma de ser de las personas, se distinguen amigos de conocidos, se separa el polvo de la paja. Paul Verhoeven lo trata de forma magistral, aunque para mí el final feliz es demasiado idílico. Durante la trama se ven personas que van y viene, que aparecen y desaparecen, pero la vida sigue. Se ve la voluntad de seguir adelante pese a las trabas del destino.

Claro que todo esto sólo es una forma de ver las cosas: la otra nos lleva a una película anodina y superficial cuyo mayor mérito son los efectos especiales. Allá ustedes.

martes, 2 de octubre de 2007

La espada de Demóstenes

Voy a comenzar esta entrada en la bitácora pidiendo disculpas públicas a Judit Mascó. No, que no cunda el pánico: ni la conozco personalmente ni le he hecho nada malo. Simplemente me he reído de ella, sin saber que me reía de mi propia ignorancia.

Todo comenzó en una noche de lunes como otra cualquiera: pongamos por ejemplo que fue ayer, pongamos que no hablo de Madrid. Tras una ardua jornada de portátiles y corbatas, maletas y oficinas, me dio la una de la mañana cuando tuve el primer descanso del día. Como no podía ser de otra manera, me entregué a una actividad que mantuviese bajo mínimos tanto mis constantes físicas como mi actividad cerebral: ver la televisión.

Tras un par pasadas de mando a distancia por el elenco de cadenas estatales, autonómicas y locales, me detuve en Cuatro para ver el programa Supermodelo. Sí, Supermodelo, sí. Soy un hombre y estaba en horas bajas. Tengo mis derechos.

Pues bien, no entendía muy bien por qué lloraban las chicas ni qué hacía toda aquella gente allí, pero en un momento dado en el que estaba escuchando, Judit Mascó dijo algo acerca de la espada de Demóstenes. Entre mi empanada mental, lo tarde que era y el montón de topicazos acerca de chicas rubias y guapas, me reí. Me mofé. Me carcajeé. Todo el mundo sabe que la espada es la de Damocles. Juas. Rubia tenía que ser.

Craso error. Cuando mis neuronas volvieron a su sitio empecé a cavilar. Cuando te equivocas, tienes a simplificar las cosas, no a complicarlas. Damocles es mucho más fácil de decir y mucho más conocido que Demóstenes. Hasta algún presentador de telediaro lo conocería. Puedes meter la pata si dices que tienes un coche de gasolina TDI, pero si dices que tienes un coche con turbo inyección electrónica asistida, sistema common-rail y seis cilindros en uve, lo más seguro es que sea verdad: casi nadie se toma tantas molestias para aparentar.

Hete aquí que busca que te buscaré, encontré en efecto la famosa espada de Demóstenes, que el buen señor utilizaba en sus entrenamientos dialécticos.

Estoy acostumbrado a chafardear, alardear, mentir y exagerar en público. Eso no me genera cargo de conciencia. Estoy entrenado para engañar a los demás. Pero lo de engañarme a mí mismo es más complicado. Si hubiese estado en medio de una jauría de machotes nos hubiésemos reído de Demóstenes y las rubias durante semanas. Pero estando yo solo me ha podido el cargo de conciencia.

Lo reconozco, soy débil.