Ejercicio mental: evoque la imagen del político que le gustaría que rigiese su país durante los próximos años. ¿Se le ha quedado la mente en blanco? Que curioso, se queda en blanco en lugar de quedarse en rojo o en azul y a pesar de verlo todo negro. Tal vez eso sea una señal.
¿A qué viene todo esto? Viene a que quiero defender el voto en blanco como una opción válida. Votar en blanco es decir que no creo en ninguna de las opciones que se me ofrecen, que no me gusta este sistema, que no quiero elegir entre un dolor de cabeza y uno de estómago. Y dicho esto, procedo a atacar los cimientos de los dos grandes baluartes en contra del voto en blanco.
Hay una falsa creencia generalizada de que el voto en blanco perjudica a los partidos minoritarios, pero esto solo se dan en casos muy contados. No tengo claro de dónde ha salido, supongo que de alguno de estos partidos minoritarios que querían arañar algún voto despistado.
¿En qué se basa la falacia? En la nombrada y renombrada
ley D'hont. En eso, y en que hay una norma que dice que los partidos que tengan menos de un 3% o un 5% (dependiendo de las elecciones) de los votos no entran a repartirse el pastel. Y para el número de votos totales cuentan los votos en blanco, con lo que aumenta el umbral mínimo.
Hasta aquí bien, pero ¿qué opciones tiene un partido que no llega al 5% de los votos de conseguir un diputado? Pues casi nulas, tendría que darse el caso de que los votos estuviesen muy repartidos y se eligiesen muchos representantes, algo que en unas generales o autonómicas no se va a dar. Tal vez en las municipales y aún así no tengo constancia de que haya sucedido. Claro que no me avisan cada vez que cuentan votos.
El otro baluarte es la abstención. El "yo paso de participar". El "esto no va conmigo". ¿Que no va contigo? ¿Pero en qué mundo vives? Da igual que no vayas: van a elegir a alguien y va a ser tu presidente. Quieras o no quieras.
Votar es un derecho, está claro, no una obligación. Eso está fuera de toda duda. Pero si no votas, no vengas a quejarte, porque yo no tengo ninguna obligación de escucharte. Sin embargo, hay un día, un solo día, en el que todo el mundo tiene la obligación de escucharte, a escuchar tu voto. Y si te callas, apechuga. Me da igual a cuantas manifestaciones vayas o cuantas propuestas revolucionas firmas. Habla ahora o calla hasta la siguiente legislatura.