miércoles, 15 de julio de 2015

El peón griego

Hace muy poco hablaba de que la negociación de la situación griega me parecía una partida de póker, pero ahora que ha pasado el tiempo y se empieza a ver cómo va a acabar esto, me da a mí que la partida realmente es de ajedrez.Y en esta partida, Grecia ha resultado ser un peón.

Hay que decir que el peón es la única pieza del ajedrez con aspiraciones: el alfil siempre será un alfil, la todopoderosa reina nunca será rey e incluso el rey seguirá paticorto toda la partida. Pero el peón tiene una meta, una razón de ser, y es que si alcanza el final del camino, si aguanta las tribulaciones de la partida, será encumbrado y podrá ser lo que desee.

De hecho, los laboriosos y tenaces peones tienen reciben cierta benevolencia al principio de la partida, mientras las grandes fichas libran la batalla por el centro del tablero. Pero según va avanzando la partida, los que van quedando empiezan a estar vigilados de cerca. Y si alguno amenaza con llegar al otro lado, es acosado hasta que muere o desiste.

Y esto es lo que parece que ha pasado con Grecia: el peón rezagado y renqueante avanza con paso firme y decidido hacia la gloria; pero la reina se da cuenta y el corta el camino. No podía ser. No podía convertirse en torre. No podía desafiar el orden establecido después de haber sido protegido por el resto de piezas.

Y es así como el pobre peón griego se ve obligado a reconocer su debilidad y detener su avance. Y la reina sonríe satisfecha porque ha dejado claro de quién es el centro del tablero. Y sonríen también los otros peones que se quedaron prudententemente atrás, ya que sus dudas se han despejado.

No voy a defender del todo a los griegos, porque su responsabilidad tienen por llegar a donde están, teniendo en cuenta que eligieron democráticamente a sus gobernantes actuales y anteriores, pero me da la impresión de que se les va a castigar de forma desproporcionada para que Alemania le deje claro a Francia que en Europa manda la austeridad. Y ya de paso, los gobiernos de países rescatados, como España, tendrán algún argumento más para acallar las rebeliones internas.

Timeo danaos et dona ferentes, que traducido del latín al griego moderno sería algo así como temed a los alemanes, aunque traigan dinero

 

jueves, 9 de julio de 2015

Deportes modernos

Puede decirse que llevo toda la vida haciendo deporte. Nunca he hecho grandes marcas ni he sido especialmente bueno a nada, pero siempre llevaba en la maleta un pantalón corto o un bañador. Y ahora que van pasando los años, veo como ha cambiado el panorama del deporte popular y me cuesta controlar la risa.

Esta entrada me va a salir dentro de la categoría de "abuelo cebolleta", pero aún hace poco me abrieron los ojos: los deportes de antes ya no existen y hay que adaptarse a los nuevos tiempos. Resulta que contaba yo que entrenaba algunos días alternando carrera y ejercicios de fuerza, (aprovechando estas áreas biosaludables que te ahorran el gimnasio) y llegó la sorpresa: "Entonces haces crossfit" - me dijeron. Toma ya. Resulta que se puede hacer algo aunque no se sepa lo que es.

Me pasa algo parecido cuando me preguntan lo de "¿haces running?". Suelo quedarme un poco en blanco, sin saber muy bien qué decir y lo que me sale es un "No sé, pero voy a correr de vez en cuando".

Después de pensar un poco, creo que la diferencia entre una cosa y otra son los accesorios. Cuando iba a correr, llevaba unos tenis viejos de baloncesto o de paseo, un pantalón corto ya raído, calcetines blancos del mercadillo y camiseta de algodón, preferiblemente de Fanta o de ediciones antiguas de San Teleco. Ahora, cuando voy a hacer running llevo unas zapatillas pronadoras, x-socks de presión anatómica, unas mallas (¡¡mallas!!), camiseta técnica, cortavientos transpirable, GPS, música, entrenador personalizado. Y curiosamente me canso igual. O más.

Vamos, que a veces voy mejor vestido a correr que a trabajar. Y por lo que veo, el resto de la gente no se queda atrás: las chicas incluso complementan las mallas con un recatado jersey atado a la cintura.



Nadando me pasa más o menos lo mismo: antes nadaba simplemente con el bañador de la playa. Ahora tengo uno específico, gafas de natación para que no piquen los ojos, vaselina para los roces y hasta una especie de guantes de silicona recortados para las manos. Y me estoy resistiendo, pero poco me faltará para el neopreno, el gorro y las aletas. Me va  llevar más tiempo prepararme que nadar. ¿Algún día empezará a llamarse "hacer swimming"?

Yo de momento voy a seguir a mi bola, asintiendo con la cabeza cada vez que oigo palabras raras relacionadas con el deporte mientras disimuladamente las busco en google para saber si es un tipo nuevo de ejercicio o la última canción de Lady Gaga.

Eso sí, llámenlo como quieran, pero salgan a hacer deporte. Lo digo yo y la dirección general de tráfico.

viernes, 3 de julio de 2015

Jurassic World


No voy a destripar todo el argumento, pero si alguien tiene pensando ver la película y quiere que le sorprenda, mejor dejar de leer. Esto me recuerda que un día tengo que escribir sobre la multitud de destripacuentos que pululan por ahí. Pendiente queda.


Tengo que empezar reconociendo que soy un público entregado cuando las películas tienen efectos especiales a lo grande, con lo cual no voy a ser muy crítico con la película. De hecho, hasta me arriesgué a ir a verla al cine antes del período habitual de cuarentena que le doy a los estrenos para que las salas se vacíen de garrulos.

Y por el pecado de ese ansia pagué la penitencia del cenutrio que tenía al lado y sus comentarios. Por lo visto, le debía de parecer que eran tan ocurrentes y divertidos que tenía que compartirlos con todos en voz alta. Sobre estos especímenes también tengo que escribir algún día.

Yendo al grano: la película no defrauda, aunque por veces se hace un poco lenta. Está claro que no tiene un argumento original ni un desenlace sorprendente, pero los efectos especiales son impecables y, aunque sea bastante previsible, consigue mantenerte atento.

Para mí no llega a la altura Parque Jurásico, y yo creo que no lo pretenden. De hecho, hay un montón de guiños a la película original: aparecen los antiguos escenarios, los coches, las gafas, la puerta de entrada ... Igual con ese guiño quieren encandilar a la generación que descubrió los dinosaurios con esa película


El resto, muy clásico: niños perdidos con un divorcio de por medio, un magnate que pilota helicópteros, un ex-marine que se lía con la directora del parque, un militar malvado que muere devorado, un científico sin escrúpulos, y todo eso a la batidora, pero muy bien aliñado con dos cosas: muchos bichos nuevos muy bien hechos y una escena final de tintes épicos en las que los malos de las primeras películas son ahora los buenos (que original ...)

Como toque un poco serio, diré me que pareció entrever una velada crítica al consumismo de la sociedad desarrollada cuando se muestra un parque temático masificado, muy comercial y muy clasista. O puede ser que no tuvieran ninguna pretensión y simplemente les salió así, habría que preguntar.

Mientras tanto, las reacciones a la película no se han hecho esperar, y en ciudades como Vigo, se ha levantado un monumento conmemorativo de tan magnánima ocasión, el famoso DinoSeto. Se espera que en fechas próximas estas acciones se extiendan a otras ciudades de la geografía española y de parte del extranjero. Y con música.

miércoles, 1 de julio de 2015

La mayor apuesta de la historia

Todos tenemos en la cabeza el cliché de la partida de póquer en las películas de espías o de gangsters: en algún momento de la partida, se empiezan a subir las apuestas a cantidades mareantes entre planos de las mejores poker faces de los actores. Sólo los grandes héroes y villanos son capaces de resistir la tensión cuando hay millones de dólares encima de la mesa.

Pues en mi humilde opinión eso es miserable calderilla comparado con lo que se está moviendo en la timba griega. Sí, he dicho timba y me mantengo. Ahí cada uno intenta llevarse todo el dinero que puede con las cartas que tiene en la mano, y lo hace a base de ocultarlas y mostrarlas según vayan haciendo los demás.

Con una ligera diferencia: aquí Tsipras se ha lanzado un farol de 1.600 millones de euros. Entre el FMI y Merkel se lo han visto y han subido la apuesta a 7.200 millones de euros. Estamos en el punto de la película en el que la cámara va pasando de cara en cara y el espectador intenta escudriñar cuál será el siguiente movimiento. Sólo que la apuesta es 100 veces más alta, por ejemplo, que en Casino Royale, y ahí hasta el mismísimo James Bond empezaba a sudar el esmoquin. Supongo que por eso Tsipras y Varoufakis no llevan corbata.

El caso es que el tema de la bancarrota no es nada nuevo. Si vemos la lista países en bancarrota de los últimos siglos (en los que España tiene el record absoluto) vemos que no es algo tan raro. Lo que nos llama la atención es que nos toque al lado de casa y los pobres jubilados que hacen cola se parezcan mucho a los nuestros, que tenemos a un Tsipras con coleta aspirante a presidente y que no nos queremos quedar sin yogur griego.

Además, que sea Grecia el país en cuestión da mucho juego: que si  tragedia griega, que si el "dracmón", que si Leónidas levantase la cabeza, que si a Varoufakis le van a hacer un griego, que si "Grexit" (¿aún no han ejecutado que inventó la palabra?)



Para rematar el sesudo análisis: todos mienten. Los griegos quieren dinero pero no quieren pagar. Los del FMI quieren que les devuelvan un poco de dinero hoy para prestarles más mañana. Los alemanes quien que juguemos juntos, pero el balón es suyo. El caso es que en una mesa de póquer siempre hay un pardillo. Y si no sabes quién es, entonces el pardillo eres tú, ciudadano europeo (y no, no vale decir que el pardillo es Rajoy).