Hay bastantes estudios por ahí que relacionan los cambios de humor con las variaciones de la exposición a la luz solar. Pues yo añado un estudio nuevo: concretamente uno de caso único realizado sobre mi persona. Y es que no hizo falta esperar al cambio de luminosidad, ya estaba de mala h***** una semana antes de que cambiasen la hora.
A ver, señores dirigentes de los países industrializados (menos Japón): ¿se puede saber qué les he hecho yo? ¿Se puede saber por qué han puesto a todo el mundo de acuerdo para quitarme una hora de vida al día?¿Es que no tienen nada mejor que hacer que sumir al mundo en la oscuridad y el caos? ¡¡¿Es que no tienen corazón?!!
No voy a entrar en el tema del ahorro de energía, que sobre eso ya hay mucha literatura y ni los supuestos expertos se acaban de poner de acuerdo. Tampoco voy a entrar en si deberíamos de tener la misma hora que Alemania, aunque tengo claro que no quiero ser alemán. Ni siquiera voy a hacer sangre con el hecho de que este acuerdo se tomó en tiempos de guerra y ahora se sigue haciendo por pereza.
Se supone que estamos en una democracia, ¿no? Pues entonces el pueblo debería decidir lo que quiere y su clamor trasparará muros y fronteras. Pues bien, ¿cuánta gente quiere el horario de invierno? Supongo que le vendrá bien a la gente que trabaje con luz natural: ¿hay alguien ahí fuera que trabaje así?
Yo estoy convencido de que a la mayoría de nosotros este horario nos quita tiempo de vida. Vale, es cierto, es de día cuando voy a trabajar pero ... ¿de qué me sirve? No voy campo a través, hay luces y farolas, y no crean que al llegar tengo luz natural: las luces están encendidas mañana, tarde y noche, en verano y en invierno, y esto lo he visto en casi todas las oficinas en las que he estado, y son unas cuantas.
El drama realmente viene al salir: ¡es de noche! ¿Por qué? La semana pasada había luz y ahora no. ¿Son conscientes del mazazo? ¿De lo que es pasar de la alegría y el alborozo del sol al frío y crueldad de la noche? Ya no hay niños en los parques, ya no hay abuelillos en los bancos, ya no hay esperanza de regocijo para el pobre trabajador.
Luego querrán que llevemos una vida sana y saludable: ¿saben lo que cuesta salir a correr de noche? ¿Saben que necesito luz solar para sintetizar mi vitamina D? ¡¡¿saben que me están amargando la vida?!! En los países del norte les dará igual porque no tienen sol, en los del este también porque salen antes de trabajar, pero en España nos hacen polvo.
Sé que no estoy solo, que hay más gente que lo pide, y que algún día lo conseguiremos. O por lo menos, que dejen el horario de verano en mi casa y alrededores. Hasta inicios del siglo XX, cada provincia española tenía su hora, y no pasaba nada.
¡¡Devuélvanme mi luz!!
Al final del viaje
A veces parece que lo importante de un viaje es llegar al final. El problema es que al final es cuando se acaba el camino ... y el viaje. Habremos llegado y el viaje perderá sentido. Disfrutemos, pues, del viaje
miércoles, 28 de octubre de 2015
viernes, 14 de agosto de 2015
El mar es de todos
Hay noticias que me producen una extraña sensación intermedia entre indignación e incredulidad, básicamente porque me parecen tan aberrantes que una parte de mí quiere pensar que no son verdad. Pues esto mismo me pasó con esta entrevista al director de los guardacostas en Galicia. Concretamente, hay una frase que no tiene desperdicio
Evidentemente, no voy a defender el furtivismo: que el mar sea de todos significa que entre todos hay que cuidarlo. Significa que tiene que haber una ordenación de los recursos pesqueros y un adecuado control de las especies para asegurar su sostenibilidad. Pero de ahí a convertir el mar en un coto privado de caza, hay un abismo.
La verdad es que no entiendo por qué no puedo coger marisco para consumo propio. Las nécoras y las centollas nacen y crecen sin que nadie las alimente ni las cuide, pero resulta que sólo unos pocos las pueden pescar. Y no me digan que no es sostenible que las saque del agua pero sí lo es que luego las compre en la pescadería, porque los bichos son los mismos.
Otra cosa es que se pesque para vender. Ahí estoy de acuerdo en que tiene que haber un control estricto para que los recursos no se agoten. ¿Pero no será que el problema del furtivismo está en quien compra y no en quien pesca? ¿Me van a decir que no tienen medios para inspeccionar de dónde viene el producto que se vende y subasta? ¿No será que no interesa actuar contra tantos intereses creados en cofradías, lonjas y restaurantes? Porque estamos hablando de furtivos que sacan del mar quilos y quilos de marisco, y eso no puede ser tan difícil de rastrear.
Llevo casi toda la vida pescando y es tristemente cierto que los recursos se agotan. Hay veces que me cuesta reconocer la ría, y donde antes hervían algas y peces, ahora está arrasado. Y no creo que sea por los que vamos a pescar de vez en cuando.
Pongo el ejemplo del pulpo, que como siga por este camino va a ser especie protegida. Con mi licencia de pesca deportiva puedo coger dos al día (quien los pillara) mientras un barco puede sacar unos 40kg al día, más otros 40kg por tripulante. ¿De verdad soy yo el que esquilma el mar? Y mejor no hablamos de las nasas caladas a menos de dos metros de profundidad.
Resumiendo, que este tipo de actituides me parecen abusivas. Tengo mi licencia de pesca submarina y respeto las vedas a rajatabla, pero cada vez que veo marisco me cuesta un poco más no echarle la mano. Y ahora que me he enterado de que en 25 años el mar ya no será de todos, me va a constar incluso más
Espero que dentro de 25 años la idea de que el mar es de todos quede ya desterradaFrase lapidaria, diría yo. No voy a dudar de las buenas intenciones de este señor, pero esto ya me parece exceso de celo, como poco. Porque guste o no, el mar es de todos.
Evidentemente, no voy a defender el furtivismo: que el mar sea de todos significa que entre todos hay que cuidarlo. Significa que tiene que haber una ordenación de los recursos pesqueros y un adecuado control de las especies para asegurar su sostenibilidad. Pero de ahí a convertir el mar en un coto privado de caza, hay un abismo.
La verdad es que no entiendo por qué no puedo coger marisco para consumo propio. Las nécoras y las centollas nacen y crecen sin que nadie las alimente ni las cuide, pero resulta que sólo unos pocos las pueden pescar. Y no me digan que no es sostenible que las saque del agua pero sí lo es que luego las compre en la pescadería, porque los bichos son los mismos.
Otra cosa es que se pesque para vender. Ahí estoy de acuerdo en que tiene que haber un control estricto para que los recursos no se agoten. ¿Pero no será que el problema del furtivismo está en quien compra y no en quien pesca? ¿Me van a decir que no tienen medios para inspeccionar de dónde viene el producto que se vende y subasta? ¿No será que no interesa actuar contra tantos intereses creados en cofradías, lonjas y restaurantes? Porque estamos hablando de furtivos que sacan del mar quilos y quilos de marisco, y eso no puede ser tan difícil de rastrear.
Llevo casi toda la vida pescando y es tristemente cierto que los recursos se agotan. Hay veces que me cuesta reconocer la ría, y donde antes hervían algas y peces, ahora está arrasado. Y no creo que sea por los que vamos a pescar de vez en cuando.
Pongo el ejemplo del pulpo, que como siga por este camino va a ser especie protegida. Con mi licencia de pesca deportiva puedo coger dos al día (quien los pillara) mientras un barco puede sacar unos 40kg al día, más otros 40kg por tripulante. ¿De verdad soy yo el que esquilma el mar? Y mejor no hablamos de las nasas caladas a menos de dos metros de profundidad.
Resumiendo, que este tipo de actituides me parecen abusivas. Tengo mi licencia de pesca submarina y respeto las vedas a rajatabla, pero cada vez que veo marisco me cuesta un poco más no echarle la mano. Y ahora que me he enterado de que en 25 años el mar ya no será de todos, me va a constar incluso más
miércoles, 15 de julio de 2015
El peón griego
Hace muy poco hablaba de que la negociación de la situación griega me parecía una partida de póker, pero ahora que ha pasado el tiempo y se empieza a ver cómo va a acabar esto, me da a mí que la partida realmente es de ajedrez.Y en esta partida, Grecia ha resultado ser un peón.
Hay que decir que el peón es la única pieza del ajedrez con aspiraciones: el alfil siempre será un alfil, la todopoderosa reina nunca será rey e incluso el rey seguirá paticorto toda la partida. Pero el peón tiene una meta, una razón de ser, y es que si alcanza el final del camino, si aguanta las tribulaciones de la partida, será encumbrado y podrá ser lo que desee.
De hecho, los laboriosos y tenaces peones tienen reciben cierta benevolencia al principio de la partida, mientras las grandes fichas libran la batalla por el centro del tablero. Pero según va avanzando la partida, los que van quedando empiezan a estar vigilados de cerca. Y si alguno amenaza con llegar al otro lado, es acosado hasta que muere o desiste.
Y esto es lo que parece que ha pasado con Grecia: el peón rezagado y renqueante avanza con paso firme y decidido hacia la gloria; pero la reina se da cuenta y el corta el camino. No podía ser. No podía convertirse en torre. No podía desafiar el orden establecido después de haber sido protegido por el resto de piezas.
Y es así como el pobre peón griego se ve obligado a reconocer su debilidad y detener su avance. Y la reina sonríe satisfecha porque ha dejado claro de quién es el centro del tablero. Y sonríen también los otros peones que se quedaron prudententemente atrás, ya que sus dudas se han despejado.
No voy a defender del todo a los griegos, porque su responsabilidad tienen por llegar a donde están, teniendo en cuenta que eligieron democráticamente a sus gobernantes actuales y anteriores, pero me da la impresión de que se les va a castigar de forma desproporcionada para que Alemania le deje claro a Francia que en Europa manda la austeridad. Y ya de paso, los gobiernos de países rescatados, como España, tendrán algún argumento más para acallar las rebeliones internas.
Timeo danaos et dona ferentes, que traducido del latín al griego moderno sería algo así como temed a los alemanes, aunque traigan dinero
Hay que decir que el peón es la única pieza del ajedrez con aspiraciones: el alfil siempre será un alfil, la todopoderosa reina nunca será rey e incluso el rey seguirá paticorto toda la partida. Pero el peón tiene una meta, una razón de ser, y es que si alcanza el final del camino, si aguanta las tribulaciones de la partida, será encumbrado y podrá ser lo que desee.
De hecho, los laboriosos y tenaces peones tienen reciben cierta benevolencia al principio de la partida, mientras las grandes fichas libran la batalla por el centro del tablero. Pero según va avanzando la partida, los que van quedando empiezan a estar vigilados de cerca. Y si alguno amenaza con llegar al otro lado, es acosado hasta que muere o desiste.
Y esto es lo que parece que ha pasado con Grecia: el peón rezagado y renqueante avanza con paso firme y decidido hacia la gloria; pero la reina se da cuenta y el corta el camino. No podía ser. No podía convertirse en torre. No podía desafiar el orden establecido después de haber sido protegido por el resto de piezas.
Y es así como el pobre peón griego se ve obligado a reconocer su debilidad y detener su avance. Y la reina sonríe satisfecha porque ha dejado claro de quién es el centro del tablero. Y sonríen también los otros peones que se quedaron prudententemente atrás, ya que sus dudas se han despejado.
No voy a defender del todo a los griegos, porque su responsabilidad tienen por llegar a donde están, teniendo en cuenta que eligieron democráticamente a sus gobernantes actuales y anteriores, pero me da la impresión de que se les va a castigar de forma desproporcionada para que Alemania le deje claro a Francia que en Europa manda la austeridad. Y ya de paso, los gobiernos de países rescatados, como España, tendrán algún argumento más para acallar las rebeliones internas.
Timeo danaos et dona ferentes, que traducido del latín al griego moderno sería algo así como temed a los alemanes, aunque traigan dinero
jueves, 9 de julio de 2015
Deportes modernos
Puede decirse que llevo toda la vida haciendo deporte. Nunca he hecho grandes marcas ni he sido especialmente bueno a nada, pero siempre llevaba en la maleta un pantalón corto o un bañador. Y ahora que van pasando los años, veo como ha cambiado el panorama del deporte popular y me cuesta controlar la risa.
Esta entrada me va a salir dentro de la categoría de "abuelo cebolleta", pero aún hace poco me abrieron los ojos: los deportes de antes ya no existen y hay que adaptarse a los nuevos tiempos. Resulta que contaba yo que entrenaba algunos días alternando carrera y ejercicios de fuerza, (aprovechando estas áreas biosaludables que te ahorran el gimnasio) y llegó la sorpresa: "Entonces haces crossfit" - me dijeron. Toma ya. Resulta que se puede hacer algo aunque no se sepa lo que es.
Me pasa algo parecido cuando me preguntan lo de "¿haces running?". Suelo quedarme un poco en blanco, sin saber muy bien qué decir y lo que me sale es un "No sé, pero voy a correr de vez en cuando".
Después de pensar un poco, creo que la diferencia entre una cosa y otra son los accesorios. Cuando iba a correr, llevaba unos tenis viejos de baloncesto o de paseo, un pantalón corto ya raído, calcetines blancos del mercadillo y camiseta de algodón, preferiblemente de Fanta o de ediciones antiguas de San Teleco. Ahora, cuando voy a hacer running llevo unas zapatillas pronadoras, x-socks de presión anatómica, unas mallas (¡¡mallas!!), camiseta técnica, cortavientos transpirable, GPS, música, entrenador personalizado. Y curiosamente me canso igual. O más.
Vamos, que a veces voy mejor vestido a correr que a trabajar. Y por lo que veo, el resto de la gente no se queda atrás: las chicas incluso complementan las mallas con un recatado jersey atado a la cintura.
Nadando me pasa más o menos lo mismo: antes nadaba simplemente con el bañador de la playa. Ahora tengo uno específico, gafas de natación para que no piquen los ojos, vaselina para los roces y hasta una especie de guantes de silicona recortados para las manos. Y me estoy resistiendo, pero poco me faltará para el neopreno, el gorro y las aletas. Me va llevar más tiempo prepararme que nadar. ¿Algún día empezará a llamarse "hacer swimming"?
Yo de momento voy a seguir a mi bola, asintiendo con la cabeza cada vez que oigo palabras raras relacionadas con el deporte mientras disimuladamente las busco en google para saber si es un tipo nuevo de ejercicio o la última canción de Lady Gaga.
Eso sí, llámenlo como quieran, pero salgan a hacer deporte. Lo digo yo y la dirección general de tráfico.
Esta entrada me va a salir dentro de la categoría de "abuelo cebolleta", pero aún hace poco me abrieron los ojos: los deportes de antes ya no existen y hay que adaptarse a los nuevos tiempos. Resulta que contaba yo que entrenaba algunos días alternando carrera y ejercicios de fuerza, (aprovechando estas áreas biosaludables que te ahorran el gimnasio) y llegó la sorpresa: "Entonces haces crossfit" - me dijeron. Toma ya. Resulta que se puede hacer algo aunque no se sepa lo que es.
Me pasa algo parecido cuando me preguntan lo de "¿haces running?". Suelo quedarme un poco en blanco, sin saber muy bien qué decir y lo que me sale es un "No sé, pero voy a correr de vez en cuando".
Después de pensar un poco, creo que la diferencia entre una cosa y otra son los accesorios. Cuando iba a correr, llevaba unos tenis viejos de baloncesto o de paseo, un pantalón corto ya raído, calcetines blancos del mercadillo y camiseta de algodón, preferiblemente de Fanta o de ediciones antiguas de San Teleco. Ahora, cuando voy a hacer running llevo unas zapatillas pronadoras, x-socks de presión anatómica, unas mallas (¡¡mallas!!), camiseta técnica, cortavientos transpirable, GPS, música, entrenador personalizado. Y curiosamente me canso igual. O más.
Vamos, que a veces voy mejor vestido a correr que a trabajar. Y por lo que veo, el resto de la gente no se queda atrás: las chicas incluso complementan las mallas con un recatado jersey atado a la cintura.
Nadando me pasa más o menos lo mismo: antes nadaba simplemente con el bañador de la playa. Ahora tengo uno específico, gafas de natación para que no piquen los ojos, vaselina para los roces y hasta una especie de guantes de silicona recortados para las manos. Y me estoy resistiendo, pero poco me faltará para el neopreno, el gorro y las aletas. Me va llevar más tiempo prepararme que nadar. ¿Algún día empezará a llamarse "hacer swimming"?
Yo de momento voy a seguir a mi bola, asintiendo con la cabeza cada vez que oigo palabras raras relacionadas con el deporte mientras disimuladamente las busco en google para saber si es un tipo nuevo de ejercicio o la última canción de Lady Gaga.
Eso sí, llámenlo como quieran, pero salgan a hacer deporte. Lo digo yo y la dirección general de tráfico.
viernes, 3 de julio de 2015
Jurassic World
No voy a destripar todo el argumento, pero si alguien tiene pensando ver la película y quiere que le sorprenda, mejor dejar de leer. Esto me recuerda que un día tengo que escribir sobre la multitud de destripacuentos que pululan por ahí. Pendiente queda.
Tengo que empezar reconociendo que soy un público entregado cuando las películas tienen efectos especiales a lo grande, con lo cual no voy a ser muy crítico con la película. De hecho, hasta me arriesgué a ir a verla al cine antes del período habitual de cuarentena que le doy a los estrenos para que las salas se vacíen de garrulos.
Y por el pecado de ese ansia pagué la penitencia del cenutrio que tenía al lado y sus comentarios. Por lo visto, le debía de parecer que eran tan ocurrentes y divertidos que tenía que compartirlos con todos en voz alta. Sobre estos especímenes también tengo que escribir algún día.
Yendo al grano: la película no defrauda, aunque por veces se hace un poco lenta. Está claro que no tiene un argumento original ni un desenlace sorprendente, pero los efectos especiales son impecables y, aunque sea bastante previsible, consigue mantenerte atento.
Para mí no llega a la altura Parque Jurásico, y yo creo que no lo pretenden. De hecho, hay un montón de guiños a la película original: aparecen los antiguos escenarios, los coches, las gafas, la puerta de entrada ... Igual con ese guiño quieren encandilar a la generación que descubrió los dinosaurios con esa película
El resto, muy clásico: niños perdidos con un divorcio de por medio, un magnate que pilota helicópteros, un ex-marine que se lía con la directora del parque, un militar malvado que muere devorado, un científico sin escrúpulos, y todo eso a la batidora, pero muy bien aliñado con dos cosas: muchos bichos nuevos muy bien hechos y una escena final de tintes épicos en las que los malos de las primeras películas son ahora los buenos (que original ...)
Como toque un poco serio, diré me que pareció entrever una velada crítica al consumismo de la sociedad desarrollada cuando se muestra un parque temático masificado, muy comercial y muy clasista. O puede ser que no tuvieran ninguna pretensión y simplemente les salió así, habría que preguntar.
Mientras tanto, las reacciones a la película no se han hecho esperar, y en ciudades como Vigo, se ha levantado un monumento conmemorativo de tan magnánima ocasión, el famoso DinoSeto. Se espera que en fechas próximas estas acciones se extiendan a otras ciudades de la geografía española y de parte del extranjero. Y con música.
miércoles, 1 de julio de 2015
La mayor apuesta de la historia
Todos tenemos en la cabeza el cliché de la partida de póquer en las películas de espías o de gangsters: en algún momento de la partida, se empiezan a subir las apuestas a cantidades mareantes entre planos de las mejores poker faces de los actores. Sólo los grandes héroes y villanos son capaces de resistir la tensión cuando hay millones de dólares encima de la mesa.
Pues en mi humilde opinión eso es miserable calderilla comparado con lo que se está moviendo en la timba griega. Sí, he dicho timba y me mantengo. Ahí cada uno intenta llevarse todo el dinero que puede con las cartas que tiene en la mano, y lo hace a base de ocultarlas y mostrarlas según vayan haciendo los demás.
Con una ligera diferencia: aquí Tsipras se ha lanzado un farol de 1.600 millones de euros. Entre el FMI y Merkel se lo han visto y han subido la apuesta a 7.200 millones de euros. Estamos en el punto de la película en el que la cámara va pasando de cara en cara y el espectador intenta escudriñar cuál será el siguiente movimiento. Sólo que la apuesta es 100 veces más alta, por ejemplo, que en Casino Royale, y ahí hasta el mismísimo James Bond empezaba a sudar el esmoquin. Supongo que por eso Tsipras y Varoufakis no llevan corbata.
El caso es que el tema de la bancarrota no es nada nuevo. Si vemos la lista países en bancarrota de los últimos siglos (en los que España tiene el record absoluto) vemos que no es algo tan raro. Lo que nos llama la atención es que nos toque al lado de casa y los pobres jubilados que hacen cola se parezcan mucho a los nuestros, que tenemos a un Tsipras con coleta aspirante a presidente y que no nos queremos quedar sin yogur griego.
Además, que sea Grecia el país en cuestión da mucho juego: que si tragedia griega, que si el "dracmón", que si Leónidas levantase la cabeza, que si a Varoufakis le van a hacer un griego, que si "Grexit" (¿aún no han ejecutado que inventó la palabra?)
Para rematar el sesudo análisis: todos mienten. Los griegos quieren dinero pero no quieren pagar. Los del FMI quieren que les devuelvan un poco de dinero hoy para prestarles más mañana. Los alemanes quien que juguemos juntos, pero el balón es suyo. El caso es que en una mesa de póquer siempre hay un pardillo. Y si no sabes quién es, entonces el pardillo eres tú, ciudadano europeo (y no, no vale decir que el pardillo es Rajoy).
Pues en mi humilde opinión eso es miserable calderilla comparado con lo que se está moviendo en la timba griega. Sí, he dicho timba y me mantengo. Ahí cada uno intenta llevarse todo el dinero que puede con las cartas que tiene en la mano, y lo hace a base de ocultarlas y mostrarlas según vayan haciendo los demás.
Con una ligera diferencia: aquí Tsipras se ha lanzado un farol de 1.600 millones de euros. Entre el FMI y Merkel se lo han visto y han subido la apuesta a 7.200 millones de euros. Estamos en el punto de la película en el que la cámara va pasando de cara en cara y el espectador intenta escudriñar cuál será el siguiente movimiento. Sólo que la apuesta es 100 veces más alta, por ejemplo, que en Casino Royale, y ahí hasta el mismísimo James Bond empezaba a sudar el esmoquin. Supongo que por eso Tsipras y Varoufakis no llevan corbata.
El caso es que el tema de la bancarrota no es nada nuevo. Si vemos la lista países en bancarrota de los últimos siglos (en los que España tiene el record absoluto) vemos que no es algo tan raro. Lo que nos llama la atención es que nos toque al lado de casa y los pobres jubilados que hacen cola se parezcan mucho a los nuestros, que tenemos a un Tsipras con coleta aspirante a presidente y que no nos queremos quedar sin yogur griego.
Además, que sea Grecia el país en cuestión da mucho juego: que si tragedia griega, que si el "dracmón", que si Leónidas levantase la cabeza, que si a Varoufakis le van a hacer un griego, que si "Grexit" (¿aún no han ejecutado que inventó la palabra?)
Para rematar el sesudo análisis: todos mienten. Los griegos quieren dinero pero no quieren pagar. Los del FMI quieren que les devuelvan un poco de dinero hoy para prestarles más mañana. Los alemanes quien que juguemos juntos, pero el balón es suyo. El caso es que en una mesa de póquer siempre hay un pardillo. Y si no sabes quién es, entonces el pardillo eres tú, ciudadano europeo (y no, no vale decir que el pardillo es Rajoy).
martes, 30 de junio de 2015
Vintage
Tengo serias dificultades para entender todas estas palabras que surgen de vez en cuando para decir algo está de moda, o que es guay. Seguro que todos las hemos oído alguna vez sin saber bien qué significaban, y probablemente de boca de gente que sabía aún menos. Y aún con este handicap (toma ya) voy a intentar usarlas todas juntas en un par de frases.
Hubo un tiempo en que tener un blog era totalmente trendy: era lo más de lo más, el último grito, la moda de la red. No había muchos, y los bloggers eran como entes del ciberespacio que fascinaban al común de los mortales. Yo creo que en parte era porque a golpe de módem tardaban tanto en cargar que sólo por la espera ya se creaba la expectativa (disonancia cognitiva, algún día hablaremos de ella)
Pasó el tiempo, Internet se coló en las casas normales, y tener un blog pasó a ser totalmente mainstream. A efectos prácticos, un blog era como un culo: todo el mundo tenía uno. Me gustaban esas épocas: seguías y te seguían, escribías y leías, comentabas y te comentaban. En cierto modo, se convirtió en una red social con bastante éxito.
Pero probablemente ese éxito los mató y llegaron las socials de verdad a arrasar con ese micromundo de posts y comments entrelazados. Tener un blog se convirtió en kitsch, era antiguo y de mal gusto, una reminiscencia nostálgica del jurásico digital. ¿Por qué matarte a leer o escribir si tienes una marea de memes en tu smartphone para pasar alegremente las duras noches de invierno?
Sin embargo, ahora me da la impresión de que están resurgiendo un poco. Incluso diría que un blog se ha convertido en algo retro o incluso vintage. Tiene ese punto viejuno pero aún puede resultar simpático de vez en cuando.
Pues bien, vamos a ver si ser verdad y con un poco de aceite se va el óxido y empezamos a desengrasar.
Hubo un tiempo en que tener un blog era totalmente trendy: era lo más de lo más, el último grito, la moda de la red. No había muchos, y los bloggers eran como entes del ciberespacio que fascinaban al común de los mortales. Yo creo que en parte era porque a golpe de módem tardaban tanto en cargar que sólo por la espera ya se creaba la expectativa (disonancia cognitiva, algún día hablaremos de ella)
Pasó el tiempo, Internet se coló en las casas normales, y tener un blog pasó a ser totalmente mainstream. A efectos prácticos, un blog era como un culo: todo el mundo tenía uno. Me gustaban esas épocas: seguías y te seguían, escribías y leías, comentabas y te comentaban. En cierto modo, se convirtió en una red social con bastante éxito.
Pero probablemente ese éxito los mató y llegaron las socials de verdad a arrasar con ese micromundo de posts y comments entrelazados. Tener un blog se convirtió en kitsch, era antiguo y de mal gusto, una reminiscencia nostálgica del jurásico digital. ¿Por qué matarte a leer o escribir si tienes una marea de memes en tu smartphone para pasar alegremente las duras noches de invierno?
Sin embargo, ahora me da la impresión de que están resurgiendo un poco. Incluso diría que un blog se ha convertido en algo retro o incluso vintage. Tiene ese punto viejuno pero aún puede resultar simpático de vez en cuando.
Pues bien, vamos a ver si ser verdad y con un poco de aceite se va el óxido y empezamos a desengrasar.
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