A veces parece que lo importante de un viaje es llegar al final. El problema es que al final es cuando se acaba el camino ... y el viaje. Habremos llegado y el viaje perderá sentido. Disfrutemos, pues, del viaje
jueves, 10 de enero de 2008
Témpano
5 comentarios:
Anónimo
dijo...
¿Y ya está?
Foto (muy bonita, eso sí) ¿sin palabras?
¿Con lo bien que se te dan las palabras?
¿O el -sinpalabras- es para ilustrar la frialdad de la foto?
(me encantan los tonos azules que refleja el hielo)
Una imagen vale más que mil palabras, por eso no quería decir nada, dejar que cada uno la vea y piense lo que quiera, que le de una interpretación o que simplemente la ignore.
A mí personalmente me inspira un cierto sentimiento de soledad, el pobre trozo de hielo desprendido de la montaña que lo crió, condenado a derretirse y formar parte un anodino lago.
Pero también está la majestuosidad de esta gélida embarcación, de esta fría e impasible mole que campa a sus anchas por el lago, haciendo que hasta el más pintado de los capitanes lo esquive.
Además, recuerdo cuando la tomé, en la proa de un barco en un lago de la Patagonia, no recuerdo cual. Había acabado allí por casualidad y no llevaba ropa para el frío.
No me importaba. El viento hacía que la sensación térmica fuese casi polar, pero allí estaba yo con mis manos atenazadas y desnudas, casi ya incapaces de apretar el disparador de mi vieja cámara...
5 comentarios:
¿Y ya está?
Foto (muy bonita, eso sí) ¿sin palabras?
¿Con lo bien que se te dan las palabras?
¿O el -sinpalabras- es para ilustrar la frialdad de la foto?
(me encantan los tonos azules que refleja el hielo)
Bonita foto.
Por curiosidad, ¿dónde?
Carambanitos....
...de abajo
Una imagen vale más que mil palabras, por eso no quería decir nada, dejar que cada uno la vea y piense lo que quiera, que le de una interpretación o que simplemente la ignore.
A mí personalmente me inspira un cierto sentimiento de soledad, el pobre trozo de hielo desprendido de la montaña que lo crió, condenado a derretirse y formar parte un anodino lago.
Pero también está la majestuosidad de esta gélida embarcación, de esta fría e impasible mole que campa a sus anchas por el lago, haciendo que hasta el más pintado de los capitanes lo esquive.
Además, recuerdo cuando la tomé, en la proa de un barco en un lago de la Patagonia, no recuerdo cual. Había acabado allí por casualidad y no llevaba ropa para el frío.
No me importaba. El viento hacía que la sensación térmica fuese casi polar, pero allí estaba yo con mis manos atenazadas y desnudas, casi ya incapaces de apretar el disparador de mi vieja cámara...
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