sábado, 22 de diciembre de 2007

Caupolicán

Regresaba yo ayer de madrugada después de un ardua noche de lucha callejera cuando me sorprendió el amanecer. Venía yo ya cansado de tanta lucha, tanto viaje. Y me vino a la cabeza aquellos versos de "anduvo, anduvo, anduvo, la aurora dijo basta". Escarbé en mi memoria para recordar que era un soneto de Rubén Darío, que recordaba al caudillo Caupolicán.




Es algo formidable que vio la vieja raza:
robusto tronco de árbol al hombro de un campeón
salvaje y aguerrido, cuya fornida maza
blandiera el brazo de Hércules, o el brazo de Sansón.
Por casco sus cabellos, su pecho por coraza,
pudiera tal guerrero, de Arauco en la región,
lancero de los bosques, Nemrod que todo caza,
desjerretar un toro, o estrangular un león.

Anduvo, anduvo, anduvo. Le vio la luz del día,
le vio la tarde pálida, le vio la noche fría,
y siempre el tronco de árbol a cuestas del titán.

"¡El Toqui, el Toqui!", clama la conmovida casta.
Anduvo, anduvo, anduvo. La Aurora dijo: "Basta"
,e irguióse la alta frente del gran Caupolicán.


Esto cuenta una curiosa forma de elección de caudillo, que técnicamente será algo así como "troncocracia" y consistía en ver quien aguantaba más portando un tronco sobre sus hombros. Parece ser que este hombre duró tres días. No sé, no es por faltar al respeto a las culturas precolombinas, pero esto de hacer jefe al más bruto del pueblo no me parece demasiado acertado. Me quedo con el poema ...

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