Respirar por la nariz es uno de esos actos reflejos, cotidianos, inconscientes, que pasan desapercibidos en nuestro día a día. No notamos que lo hacemos, nos parece tan habitual que ni siquiera nos damos cuenta. Pero el día que no podemos, nos sentimos mal, echamos algo en falta, jadeamos al intentar comer un chicle.
Sí, querido e inteligente lector, me doy cuenta de esto porque tengo la nariz atascada, tupida, obstruida. Puede ser el aire acondicionado del avión, la total ausencia de descanso esta semana, el relente del sol. Puede ser. Pero yo creo que es una manifestación clara de alergia al trabajo. En fin, que esto se cura con una inmersión en las gélidas aguas del Atlántico.
Mi reflexión de hoy, cansado y ojeroso, va hacia aquellas que cosas que por cotidianas nos parecen insignificantes, que incluso ignoramos, y que sólo valoramos cuando dejamos de tenerlas.
Ya sé que no me voy a quedar calvo a base de reflexiones de mercadillo como ésta, pero no tengo la cabeza para originalidades.
Para compensar un poco el ripio aburrido y monocorde, una noticia de La voz de Galicia, fuente inagotable de curisosas informaciones: Un jabalí en la piscina
2 comentarios:
¿Has probado a sonarte con fuerza? al indicar la total ausencia de descanso podría tratarse de aspiración de comida sólida vía nasal al intentar respirar tras dormirse encima del plato.
No te quejes que peor que la alergia al trabajo es que te peguen un tiro por intentar tener un momento de solaz como el pobre jabalí del artículo.
He probado a sonarme con fuerza y me han salido trozos de cerebro por las orejas. Paso de seguir intentando.
Lo del jabalí es sublime, voy a presentarme a corresponsal de La Voz, tiene que ser la caña
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